UNIDAD 4
EL SUFRIMIENTO VENCIDO
POR EL AMOR: JESUCRISTO
*El hombre muere cuando pierde la vida eterna”:
Esto significa que tú y yo, cada ser humano, sólo puede existir en tanto en cuanto, a pesar de todos los conflictos, reveses, contrariedades, fracasos, hostilidades, caídas y levantadas; permanece sostenido y catapultado, enraizado y a la vez en libre vuelo, gracias a la fuerza interior que le produce el hallazgo del sentido vital y por tanto de la esperanza.
Tener Vida Eterna, es poseer dentro de sí, el mismo Espíritu que levantó a Jesús de la muerte y al actuar dentro de la persona que lo acoge y escucha, gracias a la conexión del Amor que despierta, a través de la oración, la contemplación y el servicio; hace que poseamos la VIDA ETERNA, esto es, que ningún sufrimiento o dolor, o injusticia, o enfermedad, o desprecio, nos pueda destruir.
Muy bien escribe Pablo en la experiencia de la carta a los Romanos 8, 35-39
35 ¿Quién nos apartará del Amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?
36 Así está escrito:
«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte;
¡nos tratan como a ovejas para el matadero!»[a]
37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios,[b] ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes,
39 ni lo alto ni lo profundo, ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor que Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.”
Ejercicio:
Detente en esta Palabra de Dios para tu vida hoy. Ora, reza, medita: contempla la Palabra y dile a Dios, con esta oración o la que te inspire el mismo Espíritu.
“Señor, Padre mío, Padre nuestro, ¿Qué es lo que yo he dejado que me separe de Ti, siendo que tú siempre estás en mí? Véncelo, destrúyelo, tómalo y libérame, para que Tú en mí y yo en Ti, seamos Uno: Uno en el Amor, Uno en la Paz y Uno en la liberación de todo aquello que me encierra y ahoga hoy. Mueve dentro de mi Vida eterna, Vida abundante, que solo emana de Ti”. Amén.
“Dios ha dado a su Hijo Unigénito, para que Tu y yo no muramos, sino que tengamos Vida Eterna”.
El sufrimiento definitivo es no poseer esta Vida, o perderla.
Cristo Jesús con su misión, toca el mal en sus mismas raíces (no solo el mal y el sufrimiento definitivo, luego de morir), sino también, el mal y el sufrimiento en su dimensión temporal e histórica, mientras vivimos aquí.
Hoy, ahora mismo Él dentro de ti te está salvando del primer y más profundo mal: el propio ego, el propio “yo”, que nos encarcela, encierra, deprime, engaña y ahoga, matándonos. Esto lo hace por el miedo que le tenemos a “no ser”, a morir en vida.
Porque cuando no nos reconocen, no nos tienen en cuenta, no nos aplauden, o nos hacen una injusticia, desprecio, olvido, indiferencia, ataque o violencia; nos sale la rabia, el dolor, la tristeza, el deseo de venganza que se manifiesta de muchas maneras. Experimentamos la “muerte óntica”: nuestro ser interior muere. A esto le tenemos pánico y por eso hacemos lo que sea, con tal de no pasar por esa muerte (el “no ser”). Sólo quien posee la Vida Eterna podrá atravesar ese mar de oscuridad y no desaparecerá, no morirá, porque dentro de Él permanece el Principio de Eternidad: El Espíritu Santo. El Espíritu de Jesús, que es el mismo Amor entre el Padre y el Hijo, el que levantó a Jesús del sepulcro.
Resurrección, es la experiencia del hombre al ser liberado por el Espíritu de Jesús, del pecado, como esclavitud del ego; de la muerte, como incapacidad de amar dándose; y del mal, como actitud de creer que a Dios yo no le importo y que, por eso, no me ama. La Resurrección de Jesús vence esa mentira primordial.
Sí, la Resurrección está sucediendo ahora mismo, si le abres tu vida a la certeza experiencial de que nada, nada nos puede separar del Amor De Dios, manifestado en Cristo Jesús, que por su Espíritu se nos ha entregado.
Aquí el sufrimiento y el dolor son transformados, por ser cancelada totalmente la sensación de absurdo, de castigo o de injusticia. Se proyecta una nueva Luz, Luz que sana, libera, pacifica, reconcilia, enamora, en medio de la tentación de dejarse arrastrar por el caos cotidiano de sí mismo, de los demás y de lo demás. Esta es la Luz de la Salvación proyectada sobre el mar dela muerte.
Jesucristo se acercó al sufrimiento humano y asumió todo el dolor, padeciéndolo en sí mismo. Jesús curaba, consolaba, liberaba, alimentaba, devolvía vida a los muertos, reconciliaba, guiaba, acariciaba, calmaba. Fue sensible y atento a todo dolor y sufrimiento humano en el cuerpo y en el alma.
El sufrimiento de Cristo ha sido sufrimiento inocente, voluntaria y libremente aceptado, redentor, salvífico, conscientemente asumido.
Sangriento sí, aunque ese no era el modo que deseó el Padre, la Voluntad de Dios como Padre era que su Hijo nos rescatará de la esclavitud. La manera tortuosa con la masacre de la cruz, es la consecuencia de las condiciones humanas en el contexto histórico de la época, que, aunque su Padre, nuestro Padre Dios no quería, sí lo permitió, pues Dios de los males saca bienes, de la muerte la Vida y del sufrimiento extrae Salvación y Plenitud.
Existen las situaciones que Dios desea o quiere para nosotros sus hijos: El bien, la verdad, la vida, la alegría, la comunión entre nosotros los hermanos, el amor entregado generosamente: “lo bueno, lo agradable, lo perfecto. Vivirla requiere transformación interior (Rom.12, 1- 2)."No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.”
Está lo que Dios no desea, no quiere para sus hijos: Los frutos de la carne, el desamor, el egoísmo, la descomunión, la violencia, el fraude, fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes." (Gálatas 5,19ss).
Y finalmente, aparecen LOS PROPÓSITOS DE DIOS, que son los rescates, los aprendizajes, la misión, el sentido que el Amor incondicional, que es Dios mismo, nos ofrece y entrega a cada hijo suyo ante el sufrimiento, el dolor y las heridas, que de algún modo se han originado por causa de nuestra misma responsabilidad, o por una procedencia misteriosa e inocente, donde al parecer no tendría por qué existir conexión a ese dolor, de parte nuestra.
Actividad: Vas a parar la lectura.
Contéstate a ti mismo:
1. ¿Mi vida es siempre una realización del Amor entregado que Dios ha querido para mí? Mejor dicho: ¿Toda tu vida, es y ha sido siempre obediencia a la voluntad de Dios?
Si no ha sido así:
2. Entonces, ¿Qué ha sido aquello en lo que he ido realizando lo contrario a los planes que Dios ha tenido para mí? ¿Cuáles actitudes hacen que predomine mi ego, mi “yo”, mis caprichos, gustos, pareceres, proyectos…? Nómbralos.
3. ¿Encuentro alguna relación entre mis decisiones, ideas, palabras, modo de comunicarme, manera de ser o actitudes, y el dolor o sufrimiento que experimento en mi vida? ¿Cuál es la conexión? ¡Búscala a fondo!, a lo mejor viene de la niñez o la misma infancia.
4. Descubre el PRÓSITO DE DIOS, que él saca de todo esto, que, aunque no lo haya querido para ti, lo ha permitido para algo. ¿Cómo crees que Él que te ama, te está salvando a través de este dolor, que no te mandó, aunque lo permitió?
Ora, medita, pide Espíritu Santo y escucha. Ten paciencia, ¡Él es el Señor!
La respuesta al interrogante por el sufrimiento, emerge de la misma materia de la que está formada la pregunta. Jesucristo responde a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento, no solo con palabras, si no, ante todo, con su propio sufrimiento: la lección del Amor en la dimensión de la Cruz. Sufrimiento inocente que carga el nuestro.
Decía Jesús:
“Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados” Mateo 5, 5.
Esto significa, que son felices quienes hacen de las dificultades y sufrimientos de la vida, una lección continua de aprendizaje para vivir en el Amor de Dios entregado.
En silencio y con buen tiempo para ello,
medita el pasaje del cuarto canto del Siervo de Yahveh: Isaías 52:13-53:12
Veréis a mi siervo triunfar,
exaltado, sumamente enaltecido.
14 Así como muchos se espantaban de él al verlo tan desfigurado, sin aspecto de persona, con una figura sin rasgos humanos,
15 así asombrará a pueblos numerosos. Los reyes, ante él, cerrarán la boca, al ver lo que nadie les contó, al descubrir lo que no habían oído.
53 ¿Quién se fio de lo que decíamos? ¿A quién se reveló el poder del Señor?
2 Fue creciendo ante el Señor como un brote, como raíz en tierra de secano, sin aspecto atrayente, sin lozanía.
3 Despreciado y rechazado por la gente, sometido a dolores, habituado al sufrimiento, ante el cual todos se tapan la cara; lo despreciamos y no hicimos caso de él.
4 De hecho cargó con nuestros males, soportó nuestros dolores, y pensábamos que era castigado, herido por Dios y humillado.
5 Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos curados.
6 Todos íbamos errantes como ovejas, cada cual por su propio camino, y el Señor cargó sobre él las culpas de todos nosotros.
7 Era maltratado, humillado, pero él no abría su boca: era como cordero arrastrado al sacrificio, como oveja que va a ser esquilada.
8 Detenido sin defensa ni juicio, ¿quién se ocupó de su suerte? Fue arrancado de la tierra de los vivos,
herido por la rebeldía de mi pueblo.
9 Dispusieron su tumba entre malvados, lo enterraron entre ricos. Aunque nunca cometió violencia ni su boca profirió mentiras,
10 el Señor quiso machacarlo con males. Por entregar su vida como ofrenda expiatoria, verá su descendencia, vivirá muchos años, por su mano triunfará el designio del Señor.
11 Después del sufrimiento verá la luz, el justo se saciará de su conocimiento. Mi siervo hará justos a muchos,
pues cargó con los pecados de ellos.
12 Le daré a todos en posesión, tendrá como botín una multitud, pues expuso su vida a la muerte y fue contado entre los rebeldes, cargó con las culpas de muchos e intercedió por los rebeldes.
Jesucristo responde el interrogante por el sentido del sufrimiento, con el suyo propio, que era el nuestro asumido por Él, puesto que el Amor consiste en la capacidad de sufrir por el amado.
¡Cada que pedimos a Dios que nos quite el sufrimiento, necesitamos tomar consciencia de que el poder de Dios no es mágico, como el mago que del sombrero saca una paloma, no! El poder de Dios es amar, y el amor es la capacidad de sufrir por el ser amado.
Entonces existe una buena noticia:
Cuando padeces una enfermedad, la que sea, Dios en Jesús, sufre la enfermedad en ti. Cuando estás triste por el padecimiento de un familiar preso, Jesús vive la tristeza en ti. Cada que sufre un mendigo el hambre y el desprecio, está Dios en Jesús, padeciendo el hambre y el desprecio del mendigo.
Cuando se le inunda el rancho a una familia, es abusada una mujer, explotado un trabajador, es abortado un bebe, maltratado un excluido de la sociedad, asesinado un líder social, destrozado por las bombas un ser humano, abandonado un infante o un anciano, engañado un joven adolescente, padeciendo una enfermedad, etc. Es Dios en Jesús el sufriente: el que está siendo inundado, abusado, explotado, agonizante; es Jesús mismo el abortado, el maltratado, el excluido o discriminado, es Él en ellos el que carga el sufrimiento, siendo asesinado, destrozado, abandonado, engañado o enfermo.
Sólo en Él es posible la Esperanza de saber que, si hemos padecido y muerto con Él, también con Él viviremos. LA ÚNICA ESPERANZA DESPUÉS DE HABER NACIDO PÀRA AMAR, ES MORIR PARA VIVIR, y ENCONTRARNOS CON ÉL: Amor que crea el Bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento ofrecido.
Ejercicio diario:
1. Ora pidiendo la presencia activa del Espíritu Santo.
2. Lee la pasión y muerte del Señor Jesús, medita en ella pausadamente puede ser por partes o trozos, cada día. del evangelio de San Juan: capítulo 18, versículos del 1 al 19 y capítulo 19, versículos del 1 al 42.
3. Interioriza cada parte de la palabra de Dios, sintiendo como eres salvado o salvada del sinsentido, del absurdo. Experimenta como eres sanado o sanada de la desesperación y de la angustia.
4. Al terminar repite interiormente esta oración, o si lo prefieres una sola frase de ella, u otra que te inspire el Espíritu:
“Mi Señor:
Tus heridas me han curado.
Tu humillación me ha levantado.
Tu muerte me ha dado la Vida.
Tu resurrección me ha devuelto la esperanza.
Todo lo puedo en Jesús que me fortalece.”
Sumérgete en el dolor del que participa toda la humanidad y que Jesucristo ya ha asumido en Él.
Experimenta el alivio de su resurrección, ahora mismo, en todo tu ser.