hora santa
RECOMENDACIONES
Silencio. No recites mecánicamente las oraciones. Mantén un silencio y una calma en tu exterior e interior.
Atención. No es una mera hora de lectura; leer debería ser un punto de apoyo. Proponemos algunas lecturas pero éstas deben estar acompañadas con una actitud de meditación y oración. Si sientes la necesidad de supender las lecturas y concentrarte en la meditación, no dudes en hacerlo.
Buena disposición. Siéntate, ponte de pie o arrodíllate, pero con respeto. Consejo rápido: si sientes somnolencia, ¡ponte de pie!.
Getsemaní (introducción)
Meditación en silencio...
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
LECTURA
Epístola a los Filipenses
Flp 2 6-11
Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor.
Y haciéndose semejante a los hombres y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
Para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
"Jesucristo es el Señor".
Canto:
LECTURA
Profeta Jeremías
Jr 18 1-6
"Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh:
Levántate y baja a la alfarería, que allí mismo te haré oír mis palabras. Bajé a la alfarería, y he aquí que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar, trasformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero.
Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero? - oráculo de Yahveh -.
Mirad que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel."
Canto:
Ven Espíritu Santo
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
(audio del Evangelio)
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
Mc 14, 32-52
Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración».
Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».
Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca». Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela». Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.
Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
Palabra de Dios.
Meditación en silencio...
Petición de perdón a Jesús
en nombre de toda la humanidad
Señor Jesús, nos arrodillamos ante Ti, reconociendo tu presencia real en el Santísimo Sacramento. Te agradecemos inmensamente tu permanencia con nosotros, y la fe que nos has dado.
Con profundo dolor sentimos que tantos hombres, redimidos por ti, te olviden y ofendan; que en tantos sagrarios estés solitario y en tantos hogares no seas invitado.
Nosotros, arrepentidos de nuestros pecados, queremos en la medida de nuestras fuerzas hacerte compañía por cuantos te abandonan, y dedicarte completamente nuestra vida, como ofrenda y desagravio a tu Corazón lleno de amor hacia nosotros.
Santa María, Madre nuestra, confiamos en tu Inmaculado Corazón para que nos alcances gracias para perseverar en la fe, animarnos por la esperanza y vivir la caridad, como satisfacción por todos nuestros pecados y para la salvación del mundo.
Por todas las blasfemias, sacrilegios, profanación de fiestas, que se cometen contra el nombre de Dios y contra sus templos.
-Perdón, Señor, perdón.
Por todos los ataques a la Iglesia, persecuciones y propagandas de ateísmo.
Por los apóstatas, los que desprecian el Magisterio de los Papas y todos los falsos profetas.
Por todas las opresiones de gobierno, de esclavitud, de delincuencia; y todas las injusticias laborales, familiares, sociales.
Por todos los actos inhumanos de violencia, asesinatos, torturas, malos tratos; robos, estafas, extorsiones.
Por toda la inmoralidad y corrupción: en el trabajo profesional, en las relaciones, espectáculos, diversiones, modas, lecturas, bebidas, drogas.
Por todos los pecados de escándalo y de respeto humano.
Por todos los pecados contra la santidad de la familia y contra el amor fraterno.
Por los sacerdotes indignos, por los políticos ambiciosos, por todos los abusos de autoridad.
Cristo Jesús, pedimos en especial a tu Corazón que concedas gracias abundantes a los más necesitados; y que nunca permitas nos apartemos de Ti; sino que aprendiendo en tu Corazón nuestros sentimientos y juicios cada día nos parezcamos más a Ti.
Amén.
Canto:
Meditación en silencio...
PRECES
Adoremos a nuestro Salvador, que en la última Cena, la noche misma en que iba a ser entregado, confió a su Iglesia la celebración perenne del memorial de su muerte y resurrección; oremos, diciendo:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
—para que consigamos la gloria de la resurrección.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
—para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
—para que se manifiesten a los hombres los frutos de tu salvación.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
—enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener paciencia.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
—y a nosotros danos un día parte en su felicidad.
Plegaria por las vocaciones
Te rogamos, Señor, que continúes asistiendo
y enriqueciendo a tu Iglesia con el don de las vocaciones.
Te pedimos que muchos quieran acoger tu palabra
y alegrar la Iglesia con la generosidad
y la fidelidad de sus respuestas.
Te pedimos, que no falten ministros de tu Palabra y tus sacramentos,
nunca falte quien, mensajero de tu caridad,
sea signo de tu amor y tu Providencia
hacia los pobres y los marginados,
y te encarne al lado del anciano,
del niño y de la persona con capacidades diferentes.
Te rogamos, Señor,
por los que están abriendo su interior a tu llamada:
tu Palabra los ilumine;
tu ejemplo los conquiste;
tu Gracia los conduzca.
Escucha, Señor, nuestra oración, por la intercesión de Maria,
Madre del Divina Providencia.
Atiéndenos, tú que amas a tu Iglesia.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, que, para tu mayor gloria y para la salvación del género humano, has constituido a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote, haz que el pueblo que él conquistó con su sangre reciba plenamente, al participar del memorial de su pasión, los tesoros que dimanan de su muerte y resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Te Deum
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.